En el clásico debate Master System / NES uno de los argumentos que siempre me han hecho defender la consola de SEGA ha sido su superior paleta de colores. Lo sé, un juego no tiene porqué ser bonito para ser bueno, pero si voy a sumergir mi mente en un entretenimiento sin sentido prefiero hacerlo en un mar de colores chillones antes que en un catálogo de variaciones del marrón y el gris.
Posiblemente el germen de esta preferencia esté en haber visto muebles demo con gente jugando a Fantasy Zone en grandes almacenes. Para un niño que solo había tenido la oportunidad de ver a sus amigos jugando en Spectrum y Commodore 64, observar esa explosión de colores y fluidez de movimiento fue una experiencia transformadora.
Fantasy Zone es otra conversión más de recreativa que añadir al catálogo de Master. El juego es un matamarcianos en el que debes moverte por un nivel en bucle, al estilo Defender, localizando y destruyendo todos los generadores de enemigos. Una vez consigues limpiar el nivel tienes que enfrentarte a un gigantesco enemigo final para pasar de fase y seguir haciendo lo mismo.
Así en frío no parece nada especial pero Fantasy Zone es el primer gran juego de la consola. De entrada en la parte gráfica la Master hace un trabajo excelente en adaptar tanto los gráficos como el colorido de la recreativa. Pero no solo eso, también es capaz de poner una buena cantidad de enemigos y disparos en pantalla sin apenas ralentizaciones. Luego tenemos la BSO, con unos temazos icónicos de esos que aún recuerdas treinta años después con oír cuatro notas.
En la parte jugable, no solo estamos ante un juego que se controla bien, si no que es un matamarcianos bastante estratégico. Gracias al sistema de tienda, donde podemos ir adquiriendo mejoras para nuestro protagonista, y como funciona, las armas se gastan y los precios suben, Fantasy Zone es un juego que premia al jugador por aprender a jugar y saber cuando tomar las decisiones de compra adecuadas, lo cual es tremendamente satisfactorio.
La guinda del pastel es la historia y su protagonista. Opa-Opa, un huevo con alas que lucha contra el colapso del sistema capitalista espacial y que, tras un intenso boss rush, acaba descubriendo que ha matado a su propio padre, el cual estaba detrás de todo y cae entre lágrimas en la batalla final. En ese momento el juego te devuelve al principio pero tu corazón ya no puede volver. Simplemente puedes apagar la consola y mirar por la ventana mientras reflexionas sobre lo fútil de la existencia.
Bien jugado SEGA, bien jugado.
Nota: Odio, odio, ODIO, el boss de los muñecos de nieve.