Uno de los movimientos más clásicos del manual de las empresas de videojuegos para atraer compradores es el tirar de licencias de otros medios. SEGA no iba a ser menos y en la Master ya había usado de mangas y cómics, pero para atraer a un público grande necesitas una licencia grande. Una licencia con pegada. Una licencia como Rocky.
Las aventuras de Sylvester Stallone como Rocky Balboa llenaron cines desde mediados de los 70 a mediados de los 80 con sus historias de superación, sufrimiento, músculos aceitados y hostias como panes. Hoy se han convertido en material para llenar listados de frases motivadoras, pero en 1987 eran un material excelente para llamar la atención de los jóvenes jugadores de la Master, y la verdad es que lo conseguía.
El principal atractivo de Rocky, a parte de la licencia, es ser un juego que entra por los ojos. Hoy en día no nos lo parecerá, pero con esos sprites grandes, realistas y perfectamente reconocibles el juego tenía un factor de molabilidad bastante alto. Además los personajes responden con rapidez y los golpes se sienten satisfactorios al conectar. Ver un combate en un mueble demo llamaba la atención, más aun si lo comparabas con juegos de microordenador de la época.
Ya metidos en harina, el juego es bastante sencillo (se podría haber llamado Great Boxing pero habría necesitado un poco más de mediocridad) Como Rocky, tenemos que enfrentarnos, y vencer, a los tres rivales más clásicos de la saga: Apollo Creed, James Lang e Ivan Drago. Entre combates podremos realizar un entrenamiento que, si completamos correctamente, mejorará nuestras habilidades de combate. Una vez sobre el cuadrilátero tenemos dos opciones: golpear al rival o parar los golpes con los que intentan alcanzarnos. Para atacar podemos hacer combinaciones a base de machar el botón de puñetazo y seleccionar arriba o abajo para intentar conectar directos, ganchos y uppercuts que machaquen el cuerpo de nuestro oponente. En defensa podemos poner guardia alta, baja o agacharnos para esquivar.
Al ser un juego puramente 2D y no existir la opción de salto, todo se limita a encontrar la distancia adecuada y machacar el puñetazo con ritmo y furia. Parece fácil, y el primer combate lo es, pero el segundo y tercero ponen a prueba tanto nuestra paciencia como la resistencia de los botones de cualquier pad.
Por poner algunos peros, el juego es corto y la banda sonora no incluye la clásica fanfarria que todo el mundo asocia con las películas, aunque incluso esto es salvable. La dificultad y la opción de dobles alargan bastante la vida del juego, mientras que la música que suena durante los combates no llega a la épica de las melodías de Bill Conti, pero es jodidamente pegadiza y se ajusta perfectamente al juego.
Para ser una licencia, SEGA le sacó bastante jugo y consiguió con Rocky un juego decente y técnicamente vistoso.